¿Cómo se elige un nuevo papa?, paso a paso


Tras la muerte de un papa, se activa uno de los rituales más solemnes y secretos del mundo: el cónclave. Pero ¿cómo se elige al nuevo líder de los católicos? Foto Cortesía.

Cuando un papa fallece, el tiempo parece detenerse en la Ciudad del Vaticano. Campanas doblan, el mundo observa y la maquinaria milenaria de la Iglesia católica se pone en marcha.

No es solo el fin de un pontificado: es el comienzo de un proceso casi sagrado para encontrar al próximo sucesor de San Pedro, el pescador al que Cristo confió su Iglesia. La elección de un nuevo papa es un ceremonial complejo, revestido de tradición, misterio y poder espiritual.

El funeral

Todo comienza con el funeral. Este acto solemne suele durar nueve días —las llamadas novemdiales— y reúne a fieles de todo el mundo en la Plaza de San Pedro.

Durante este tiempo, el cuerpo del difunto pontífice es expuesto y honrado con liturgias y cánticos que evocan siglos de historia y fe. Una vez concluido este periodo, el Vaticano se prepara para el siguiente paso: el cónclave.

El cónclave

El cónclave —cuyo término proviene del latín cum clave, que significa literalmente “con llave” o “bajo llave”— es uno de los rituales más solemnes, reservados y cargados de simbolismo de la Iglesia católica.

Se trata de una asamblea extraordinaria, casi mística, en la que los cardenales electores, todos ellos menores de 80 años, se aíslan del mundo exterior en el Vaticano para elegir al nuevo papa.

Esta reunión no es simplemente una votación; es un proceso espiritual, impregnado de oración, silencio y discernimiento profundo, en el que se busca que el resultado no sea solo fruto del análisis humano, sino también de la inspiración divina.

Los cardenales, conocidos como príncipes de la Iglesia, se encierran en la Capilla Sixtina —bajo la mirada majestuosa de los frescos de Miguel Ángel— una vez que la sede papal ha quedado vacante.

Antes del ingreso, prestan juramento de secreto absoluto, comprometiéndose a no revelar ningún detalle del proceso, ni siquiera después de concluido. El aislamiento no es simbólico: se les retiran los teléfonos, quedan incomunicados del exterior, y se controla rigurosamente cualquier contacto que pudiera influenciar o interrumpir la deliberación. El objetivo es garantizar que la elección se realice en total libertad interior, sin presiones ni influencias externas.

La jornada de los cardenales durante el cónclave está marcada por un ritmo monástico: misas matutinas, oraciones comunitarias y sesiones de votación, que pueden repetirse hasta cuatro veces al día.

Esta deliberación puede durar días, incluso semanas, con múltiples rondas de votación. Para ser elegido, el candidato debe obtener una mayoría de dos tercios.

Fumata blanca

Para que un nuevo papa sea elegido, se requiere una mayoría calificada: al menos dos tercios de los votos. Tras cada votación, las papeletas son quemadas en una estufa especial.

Si no se ha alcanzado el consenso necesario, el humo que se eleva desde la chimenea de la Capilla Sixtina es negro (fumata nera), señal de que aún no hay nuevo pontífice. En cambio, si el humo es blanco (fumata bianca), el mundo entero sabe que la Iglesia tiene un nuevo pastor.

Este momento —cuando las campanas del Vaticano repican y el humo blanco corona el cielo romano— es uno de los más esperados por los fieles católicos y los medios de comunicación del mundo.

Luego de ser elegido y de aceptar el cargo, el nuevo papa elige el nombre que usará durante su pontificado, un acto que suele expresar un mensaje espiritual o programático. Finalmente, se presenta ante el pueblo desde el balcón central de la Basílica de San Pedro con la frase histórica Habemus Papam, marcando el inicio de una nueva etapa para la Iglesia.

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